El futuro será techno o no será

IGOR LÓPEZ. 19/10/2013 [EL MUNDO]

"Ámsterdam es para la música de baile lo mismo que Cannes para la industria del cine". Palabra de Richard Zijlma, director del Amsterdam Dance Event, el bestial festival/conferencia profesional que tiene lugar en la capital holandesa hasta este domingo 20 de octubre. La devoción de esta ciudad y, en general, de todo el país por la electrónica se refleja, como contábamos en la crónica del jueves, en unas cifras de asistencia realmente asombrosas para una ciudad que no llega al millón de habitantes: más de 300.000 visitantes (entre ellos, 60.000 turistas) repartidos durante los cinco días de duración del ADE.

Pero no es sólo cuestión de números (por ejemplo, los ingresos de todo tipo de negocios relacionados con el ocio en Ámsterdam suben exponencialmente estos días). Es también un asunto de prestigio. Así lo demuestra una de las joyas de la corona de esta edición del ADE: la exposición que celebra la publicación de 'Mary Go Wild', un libro de fotografías que repasa la historia de la música dance en Holanda durante los últimos 25 años. Se trata de una veintena de paneles gigantes con algunos de los highlights de la obra instalados en el centro del Museumplein, la explanada que separa el Museo Van Gogh y el recién reinaugurado Rijksmuseum, los dos grandes reclamos culturales de la ciudad de los canales.

En una de las fotos más significativas de esta muestra aparece la Reina Máxima de Holanda saludando efusivamente en la cabina al DJ Armin van Buuren, uno de los padres del sonido trance, durante las celebraciones del día de la coronación de su marido, el Rey Guillermo Alejandro. La imagen da una idea de la trascendencia que tiene la electrónica para este país y el respeto con el que se la trata. ¿Se imaginan algo parecido en España? (Risas enlatadas).

Digresiones económico-sociales al margen, la tarde del viernes arrancaba de nuevo en el centro cultural Felix Meritis, con la conferencia 'D.I.S.C.O. How Deep Are Your Roots?' que sentaba a la mesa a un trío de pioneros de los sonidos sintéticos como Giorgio Moroder, Nile Rodgers y Greg Wilson para debatir sobre la influencia de la música disco en el dance de hoy en día.

"No quisiera ser nostálgico, pero lo que hacen muchos artistas electrónicos hoy en día tiene muchísimo que ver con lo que ya se hacía en los años 70", se arrancaba Wilson, figura histórica del mítico club 'The Haçienda' en Manchester. "Aunque lo cierto es que la música electrónica ha sido tan revolucionaria como el punk, porque ha dado la oportunidad de hacer sus propias canciones a cualquier chaval en su ordenador sin salir de su habitación. Eso ha cambiado de manera radical todo el panorama".

Ante eso, Rodgers, el cerebro detrás de los legendarios Chic, ahora reivindicados hasta por Daft Punk, recogía el guante. "Siempre me ha gustado manipular sonidos -explicaba-. Antes editaba las canciones cortando y pegando a mano cinta magnética, pero la eclosión de lo digital ha facilitado muchísimo las cosas. Recuerdo que cuando estuve produciendo junto a David Bowie su álbum 'Let's Dance' en 1983> tardamos 17 días en terminarlo, con todos los gastos de estudio que eso supone. Hoy, en unas horas, puedes tener acabado un disco. Ahora todo es mucho más eficiente y seguro, pero a la hora de componer los artistas siguen buscando la canción perfecta, al igual que lo hacía Blondie o Bowie".

Pero no todo iban a ser flores para los nuevos tiempos. "Yo no empecé en esto por la pasta -recordaba Rodgers-. Yo me metí en este mundo por el amor y la pasión hacia la música. Por eso cuando oigo ahora a algunos raperos alardear en sus canciones del dinero que tienen o del Lamborghini que conducen me dan ganas de decirles: "¡Cerrad ya la puta boca!".

Otros que no están en esto por el vil metal son Buraka Som Sistema. Lo suyo es mover el culo y, de paso, mover el de su público. Eso es lo que sucedió en uno de los primeros shows de la noche de ayer en la sala Bitterzoet, donde el colectivo portugués hizo sudar las paredes a golpe de kuduro, digan lo que digan, un ritmo imposible de seguir para los pálidos traseros occidentales. Evidentemente, cayó su hit 'Kalemba (Wegue Wegue)', no faltaba más.

A bastantes kilómetros de allí (nota mental: ¿no será el ADE una tapadera del Ayuntamiento para fomentar el uso masivo del tranvía y/o metro?) empezaba la fiesta en Trouw (www.trouwamsterdam.nl), otro de los templos de la electrónica de la capital. Un club con restaurante adosado que recuerda un tanto a los berlineses Tresor y Berghain por su rollo industrial, pero con un punto más fino, menos trallero. Diseñado por la firma de arquitectos holandeses Müller van Tol, Trouw es hoy por hoy una de las discotecas visualmente más impactantes de toda Europa. Merece una visita antes de que eche el cierre definitivo en 2015. Además, sus sesiones de tech-house, que pueden durar hasta 24 horas, suelen ser de primera división, como la que ayer ofrecía Legowelt.

De vuelta al centro de la ciudad, en el superclub Melkweg se vivía el duelo británico entre el house progresivo de John Digweed y el technazo de Dave Clarke y su tropa, encabezada por Kenny Larkin y un Agoria que sigue teniendo mucha mucha mano para llevar un set a lo más alto. Cuando ya casi empezaba a amanecer, el clubber de pro aún tenía que decidir el último paso de la noche: la pachanga de David Guetta en la sala multiusos The Sand; el techno fiestero de Richie Hawtin en Gashouder o el trance 'perrero' de Tiësto (acompañado por Calvin Harris) en el pabellón Ziggo Dome. Eso o, directamente, desertar.